Sin lugar a dudas, las mejoras en el acceso a las TIC y las telecomunicaciones ha generado enormes oportunidades para innovar en los procesos educativos, acceder a servicios de entretenimiento novedosos e inclusive ha propiciado la aparición de formas de vinculación social impensables antes del auge de las redes sociales tan populares hoy como Instagram o Snapchat. 

A pesar de que estos avances suponen grandes beneficios para la comunicación y el intercambio continuo de información, también implican enormes riesgos para la niñez y la adolescencia, que pueden llegar a afectar su salud mental, integridad y autoimagen. Para Marcela Herrera, psicóloga y especialista del Programa de Cultura Tecnológica de la Fundación Paniamor algunas de las manifestaciones de violencia que suelen sufrir nuestros menores más comunmente son el ciberbullying,  la exposición a material inapropiado, el robo de material producido por los mismos jóvenes, el tráfico de pornografía infantil, la pornovenganza e inclusive el phishing (suplantación de identidad), entre muchos otros. 

En su opinión la prevención de estas situaciones requiere que padres y docentes conozcan los riesgos a los cuales pueden enfrentarse las personas adolescentes e infantes cuando utilizan tecnologías. Para ello no se necesita convertirse en una persona experta en la materia o comprar dispositivos sofisticados, pero sí mantenerse alerta ante cambios de conducta. Además, se necesita ser más cautos con el material e imágenes de personas menores de edad que se comparte en espacios (virtuales y físicos).

No se trata de ejercer algún tipo de control o establecer restricciones estrictas, sino de establecer un acompañamiento real y efectivo de sus actividades dentro de las redes sociales y crear un ambiente  de confianza para conversar estos temas sin temor a juicios o represión. Asimismo, entre más temprana sea la exposición a dispositivos electrónicos se debe practicar una “crianza más tecnológica”, que sea responsable a la vez que enseña a las y los menores a ejercer su ciudadanía digital como parte de su proceso de desarrollo. 

Si bien, actualmente existe un marco normativo para definir aquellas conductas que son o no delitos, lo mejor es realizar un trabajo de prevención con  nuestros hijos o hijas. Es comprensible que durante la adolescencia los grupos de compañeros ejerzan presión para que estos realicen ciertos retos o compartan su intimidan,  sin embargo, es importante educarlos respecto a los riesgos reales de las redes sociales y de las prácticas que pueden generar perjuicios mayores en un futuro, tanto en ellos mismos como en sus pares. 

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